Vulnerada, sin custodio, la añosa madera
de la puerta cedió entre olores de
orquídea y moho, como un viento brujo que tramara la neblina con los cantos de
la selva.
En los dientes de un lobo se escurría el
plateado ángel que por siglos había puesto en fuga a las monedas.
Diana Iriarte - 9/4/2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario